viernes, 9 de octubre de 2015

ACTIVIDAD 6 QUE QUIERO HACER CON MI VIDA

ACTIVIDAD 6 QUE QUIERO HACER CON MI VIDA
SEGUNDO PERIODO

Desde bien pequeño me han gustado los videojuegos. Mis vecinos Fran y Miguel tenían un PC en el garaje de su casa y me pasaba las tardes con ellos disfrutando de títulos míticos como Magic Pocket, Wolfestein o las aventuras gráficas de Lucasarts.
Cuando cumplí 14 años me compraron mi propio ordenador y me envicié todavía más. Mis juegos favoritos eran los de estrategia (Starcraft, Age of Empires) y los de rol (Baldur’s Gate, Diablo).
Con la llegada de Internet me empezó a llamar cada vez más el modo multijugador. Enfrentarse a otro ser humano era mucho más divertido y desafiante que jugar contra una máquina, y me parecía mágico el que pudiese echarme una partida desde mi casa contra alguien de Estados Unidos o Japón. Era la época del Ultima Online y del Diablo 2, de la cual guardo muy buenos recuerdos.
Te cuento todo esto porque la etapa de los videojuegos fue una etapa de gran claridad en mi vida. Cuando me levantaba cada mañana tenía claro que lo que más me apetecía hacer en el mundo era matar Mefistos o subir puntos de magia, y me daban totalmente igual las chicas, viajar o ganar dinero. Sabía exactamente lo que quería y era muy feliz haciéndolo.
Pasó el tiempo y fui perdiendo el gusto por los juegos de ordenador. Empecé a verlos como un entretenimiento vacío y dejaron de engancharme. No veía sentido a invertir mi tiempo en un mundo online cuando el mundo real era mucho más divertido.
El problema es que al perder el vicio también perdí la claridad que te da el tener algo que te apasiona profundamente. Me levantaba por las mañanas y ya no tenía nada que quisiese hacer por encima todo lo demás; ya no tenía ningún motivo de peso por el que no volverme a la cama cuando me levantaba una hora antes de que sonase el despertador. Los días eran copias unos de otros, y pasaban casi sin darme cuenta: universidad o trabajo, partidos del Real Madrid, salir con los colegas de vez en cuando y poco más. Hasta que a los 24 años toqué fondo.
En esos momentos vivía en Seattle y tenía trabajo fijo, coche, novia y un buen grupo de amigos, pero me había quedado sin objetivos que perseguir. Después de analizar que lo único que me faltaba era casarme y comprarme una casa, empecé a dedicar mis tardes a ver precios de apartamentos y condiciones de hipotecas. ¿Y sabes qué? Lo odiaba. Me sentía perdido, triste y vacío. Realmente no tenía ni idea de qué quería hacer con mi vida, y echaba de menos aquellos de los videojuegos cuando lo tenía todo tan claro.
Y fue ahí cuando, gracias a una serie de coincidencias, llegaron a mis manos La semana laboral de 4 horas, Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas y otros libros que me ayudaron a reencaminar mi vida. Decidí que quería crear una fuente de ingresos pasivospara irme a recorrer el mundo y perseguí ese objetivo durante dos años con las mismas ganas con que antes mataba orcos. Fue la época en la que más trabajé y al mismo tiempo una de las más felices de mi vida. Por fin volvía a saber exactamente qué era lo quería hacer.

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